La araña de Navidad
Hace mucho tiempo, en un pueblecito de Alemania llamado Hartz, iniciaban los preparativos para la Navidad
y como era costumbre, todos se pusieron, escoba en mano,a limpiar y
limpiar hasta dejarlo todo reluciente para cuando llegaran las esperadas
fiestas navideñas.
En una de las casas habitaba una araña
que tenia instalado su nido en las vigas del comedor. Viendo temerosa
que las escoba se acercaba peligrosamente donde estaban sus pequeñas
hijas, las llamo a todas y se las llevo un poco más arriba, donde había
un huequecito entre ladrillos que casi no era visible.
Allí estuvieron escondidas varios días, hasta que una noche ¡vieron algo asombroso! … ¡en el comedor había brotado un árbol con centelleantes de luces y lleno, desde la raíz a las puntas de toda clase de cosas brillantes y deliciosas!.
Las arañitas
estaban muy impacientes, solo querían ir hacia el árbol, pero la mamá
araña, prudentemente, no les dejó acercarse a él hasta que la casa se
quedó en silencio.
Entonces, las pequeñas arañas, se deslizaron por sus hilos bajando hasta el árbol
para ver de cerca todas aquellas maravillas. Se pasearon arriba y abajo
mirándolo todo, tocando los adornos con sus patas y dando tantas
vueltas que, al final, todo el árbol quedó envuelto en una gran masa de
telarañas y había perdido todo su esplendor.
Casualmente era aquella la noche en la que Santa Claus llegaba a las casas para dejar sus regalos. Se rió mucho viendo lo felices que eran las arañas, pero también sabía que los niños se pondrían tristes cuando vieran su árbol tan sucio y gris.
Decidió entonces
preguntarles si querían quedarse en el árbol para siempre. Algunas
dijeron que sí y otras decidieron volver a su nido. Santa Claus sopló sobre el árbol y, las que quisieron quedarse, se convirtieron en arañitas doradas y sus hilos en bonitas y brillantes guirnaldas que colgaban de las ramas del árbol, haciendo que éste fuera aún más bonito.
Esa es la razón por la que muchas personas ponen arañas y guirnaldas doradas en los árboles de Navidad.
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